FLORES PARA UNA NIÑA MUERTA
Mar Goizueta
Dilatando Mentes
250 páginas
Flores para una niña muerta se presenta, como es posiblemente lógico
desde un punto de vista comercial, como un thriller o novela de investigación
policial. Siendo este el gran hilo conductor de la novela encuentro mucho más
importante, sin embargo, la ambientación y las reflexiones que la autora deja
en cada capítulo. Su visión sobre la vida rural y la importancia de la
naturaleza en nuestra forma de ser, enlazando con leyendas y viejas creencias
habituales de estos lugares más despoblados, hace que los personajes que
habitan esta novela no sean iguales al urbanita estándar con miedo a manchar la
franja blanca de su calzado recién comprado.
La historia de esta novela se cuenta alrededor de dos cadáveres. Uno, el de
una chica joven enterrada en unas tierras donde apenas unas flores ocultan los
restos óseos dejados hace décadas. El segundo, el de un hombre que cuelga de
una viga en una fabrica abandonada. Sin una estructura temporal clara, ya que
Goizueta va tanto para atrás como adelante e incluso visita otras líneas
temporales para contar esta historia, conoceremos cómo cada uno de estos
cuerpos llegaron a donde fueron encontrados. Una trama de culpa y perdón con
desgarradoras revelaciones.
Como decía al principio, uno de los puntos más importantes de la novela es
cómo la historia se imbuye en la naturaleza de lugar. Cómo las leyendas sobre
seres que pueblan los bosques están enraizadas en las conversaciones y temores
de todos los que habitan las localidades cercanas a estos lugares míticos.
Mitos que desde pequeños nos guían en cuándo hacer qué. En cuándo es momento de
ir a casa, en entender los sonidos que llegan del interior del bosque. Las
reflexiones de la autora al inicio de cada uno de los capítulos son uno de los
mejores alegatos a favor de la vida rural que se pueda leer en el género y,
seguramente, fuera de él.
Por otro lado, la narrativa de Flores para una niña muerta destaca
por su poesía. Cada frase se lee como una línea de un poema de miles de líneas.
No he leído obras anteriores de la autora y, de hecho, este es mi primer
acercamiento a su escritura en cualquier formato, por lo que no sé si es algo
recurrente en su trabajo o una nueva manera de escribir por su parte. En
cualquier caso, el resultado es preciosista sin ser recargado. La ambientación
a la que me refería en el anterior párrafo no sería la misma sin una escritura
como esta.
Flores para una niña muerta es una novela poética, trágica y
ambiental. Una historia que contrasta la claridad en la resolución de los
sucesos y los causantes de ellos con la realidad de vivir rodeado de naturaleza.
Un día a día desconfiado y compartido con numerosos seres, algunos lógicos,
otros irracionales, que hacen de la vida rural una experiencia en sí misma.
250 páginas
Flores para una niña muerta se presenta, como es posiblemente lógico
desde un punto de vista comercial, como un thriller o novela de investigación
policial. Siendo este el gran hilo conductor de la novela encuentro mucho más
importante, sin embargo, la ambientación y las reflexiones que la autora deja
en cada capítulo. Su visión sobre la vida rural y la importancia de la
naturaleza en nuestra forma de ser, enlazando con leyendas y viejas creencias
habituales de estos lugares más despoblados, hace que los personajes que
habitan esta novela no sean iguales al urbanita estándar con miedo a manchar la
franja blanca de su calzado recién comprado.
La historia de esta novela se cuenta alrededor de dos cadáveres. Uno, el de
una chica joven enterrada en unas tierras donde apenas unas flores ocultan los
restos óseos dejados hace décadas. El segundo, el de un hombre que cuelga de
una viga en una fabrica abandonada. Sin una estructura temporal clara, ya que
Goizueta va tanto para atrás como adelante e incluso visita otras líneas
temporales para contar esta historia, conoceremos cómo cada uno de estos
cuerpos llegaron a donde fueron encontrados. Una trama de culpa y perdón con
desgarradoras revelaciones.
Como decía al principio, uno de los puntos más importantes de la novela es cómo la historia se imbuye en la naturaleza de lugar. Cómo las leyendas sobre seres que pueblan los bosques están enraizadas en las conversaciones y temores de todos los que habitan las localidades cercanas a estos lugares míticos. Mitos que desde pequeños nos guían en cuándo hacer qué. En cuándo es momento de ir a casa, en entender los sonidos que llegan del interior del bosque. Las reflexiones de la autora al inicio de cada uno de los capítulos son uno de los mejores alegatos a favor de la vida rural que se pueda leer en el género y, seguramente, fuera de él.
Por otro lado, la narrativa de Flores para una niña muerta destaca
por su poesía. Cada frase se lee como una línea de un poema de miles de líneas.
No he leído obras anteriores de la autora y, de hecho, este es mi primer
acercamiento a su escritura en cualquier formato, por lo que no sé si es algo
recurrente en su trabajo o una nueva manera de escribir por su parte. En
cualquier caso, el resultado es preciosista sin ser recargado. La ambientación
a la que me refería en el anterior párrafo no sería la misma sin una escritura
como esta.
Flores para una niña muerta es una novela poética, trágica y ambiental. Una historia que contrasta la claridad en la resolución de los sucesos y los causantes de ellos con la realidad de vivir rodeado de naturaleza. Un día a día desconfiado y compartido con numerosos seres, algunos lógicos, otros irracionales, que hacen de la vida rural una experiencia en sí misma.
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