Jean-Luc Bannalec
(Traduc. de Marta Mabres)
(Traduc. de Marta Mabres)
Grijalbo
336 pags
15,90€
Han tenido que pasar unos pocos
años para que el fervor por la literatura negra y detectivesca nórdica haya
descendido hasta unas cotas más normales y se encuentre dentro de unos parámetros
más lógicos. Como siempre, una vez el soufflé
desciende, son pocos los que quedan pero normalmente con una calidad razonable
y un público fiel que consigue mantener cada una de las entregas que se vayan
sucediendo. Ejemplos que me vienen a la cabeza de esto son Camilla Lackberg,
Anne Holt o Jo Nesbo, entre otros muchos.
Jean-Luc Bannalec es el seudónimo
tras el que podemos encontrar a Jorg Bong, un exitoso editor y traductor alemán
que se oculta bajo este nombre francés para llevarnos, como no podía ser de
otra manera, a la pequeña localidad bretona de Port du Bélon. Allí tiene lugar
esta novela, “Un cadáver en Port du Bélon”, cuarta entrega de la serie del
comisario Dupin que viene avalada por unas ventas absolutamente magnificas en
Alemania y que ya superan los dos millones de ejemplares sumando todos los
territorios donde se han publicado las tres entregas anteriores.
Una de las ventajas de gran parte
de estas sagas detectivescas es la no necesidad de conocer el trasfondo del
personaje principal ni tampoco las aventuras previas para poder disfrutar de
buena parte de los personajes que aquí aparecen, ya sean protagonistas o meros
secundarios. La colección protagonizada por el comisario Dupin retoma este modo
de trabajo para permitir a cualquiera subirse a esta serie sin ningún requisito
previo y sin dejar a nadie atrás. Sirva mi caso como ejemplo dado que no conocía
al personaje ni sus novelas pero en ningún momento he tenido problema a la hora
de establecer las relaciones que pudiera haber aunque, evidentemente, alguna
referencia resulta desconocida pero para nada vital a la hora de seguir el
argumento.
Hecha la introducción, entro en
materia: “Un cadáver en Port du Bélon” es probablemente el libro más aburrido que
he tenido la desgracia de leer en una temporada. Los motivos son variados pero intentaré
ser conciso resumiendo de la siguiente manera:
Por un lado, la narración de “Un cadáver
en Port du Bélon” es lenta y pesada, parándose continuamente a detallar hasta
el más mínimo detalle cualquier paisaje, animal o arte de la zona bretona donde
tiene lugar la novela. Cada momento que parece que la historia va a arrancar,
que parecen que vayan a sucederse los acontecimientos, Jean-Luc Bannalec echa
el freno y te empieza a contar, por ejemplo, cómo es la reproducción de las
ostras que reposan en el río que baña el pueblo donde se encuentra el comisario
en ese momento. Una manera genial de rellenar páginas y más páginas pero que
provocan el hartazgo antes de llegar al ecuador del libro.
Por otro, el protagonista de la
novela: el comisario Dupin. Un personaje sin nada especial más allá de un buen gusto
por el comer y un olfato para enlazar pistas y resolver misterios que, a día de
hoy, resulta poco sorprendente o, directamente, un conejo sacado de la
chistera. Buena parte de las novelas del género se sustentan en un personaje
principal fuerte que tiene una característica que lo hace diferente,
particular, y que nos invita a seguir para ver cómo son sus reacciones o toma
de decisiones en ciertos momentos. El comisario Dupin no tiene nada en
particular que merezca la pena destacar. Quizá ese era el objetivo del autor:
mostrar un detective que, sin ser nada del otro mundo, puede resolver casos de
la máxima dificultad. Si es así, logro conseguido a costa de no aportar nada
especial.
Podría seguir hablando de que el
propio caso de “Un cadáver en Port du Bélon” apenas tiene atractivo y muchas
cosas más, pero creo que no merece la pena. Desconozco qué tal son las anteriores
entregas de la serie pero esta cuarta ha hecho que no tenga ninguna intención de
conocer más sobre ellas. Jean-Luc Bannalec apenas consigue enlazar un puñado de
páginas con atractivo antes de caer en un estilo de narración con el que no he
conjugado en ningún momento y que provoca el continuo bostezo mientras todos
los personajes degustan un delicioso menú. Recomendado únicamente para
verdaderos fanáticos de las series detectivescas. Al resto, dedicar vuestro
tiempo y dinero a otro libro.
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