Autor: Juan Miguel Fernández Fernández
Páginas: 124
Editorial: Dissident Tales
Páginas: 124
Editorial: Dissident Tales
Hace unos meses la
editorial Dissident Tales comenzó su andadura en solitario con el
inicio de la colección ReBro. Bajo este paraguas se pretenden
aglutinar obras de relativa corta longitud que quizá sean demasiado
largas para vender como novela pero demasiado escuetas para que
encuentren acomodo de otra manera. A cada uno de los textos que se
vayan publicando (en el momento de escribir estas lineas ya hay
tres referencias existentes) se les acompañará de unas
ilustraciones que permitan al lector vivir las mismas sensaciones que el autor pretende imprimir en su trama.
"La huella del
cazador" fue la primera entrega de esta colección. Escrita por
el asturiano Juan Miguel Fernández Fernández (autor de la novela de
género zombie "El jardín impío" en Dolmen Editorial) e
ilustrada por el onubense Elias Santos, se trata de una historia de
un centenar de páginas que nos lleva a una zona boscosa y rural
apartada del mundanal ruido. Ambientada en los años ochenta y con
pequeños viajes a sucesos acaecidos una década antes, la novela se
centra en un grupo de amigos con una afición común: la música
heavy. Con esta disculpa, alquilan una casa rural en un monte donde
poder no solo ensayar con libertad sino poder quedarse los fines de
semanas, llevar amigos, beber, fumar... en definitiva, un lugar donde
echar las juergas. Un lugar con un pasado trágico, como cuenta el
anfitrión que les alquila la casa, que permite que el precio sea toda
una oportunidad para un grupo de chavales sin grandes ingresos y que
apenas llegan a los veinte años.
A partir de ahí, se suceden los acontecimientos. Y es que las
frecuentes visitas que el dueño realiza junto a unos obreros para
remodelar los alrededores no parecen ser tal como les aseguró cuando
les dio las llaves. Pronto, la tragedia se desata, con un montón de
acontecimientos que apenas tienen lugar en treinta páginas y que nos
llevan a líos amorosos pasados, séptimos hijos, embalsamientos y
licántropos que sin duda hacen de "La huella del cazador"
una novela muy entretenida y amena de cara a esa lectura ligera
veraniega que muchas veces buscamos, y que en apenas una hora y media
nos permite pasar un buen rato.
Sin embargo, como buena
obra de entretenimiento de verano, hay ciertas cosas que pensándolas tampoco les veo mucho sentido. Antes os comentaba que "La
huella del cazador" se ambienta en los años ochenta, algo no
tiene relevancia significativa en el relato e incluso mete en algún
problema en forma de terminología algo extraña para la
época en la que teóricamente se ambienta. En lo musical, y dado que
los chavales son unos auténticos amantes del heavy metal, también hay
referencias que efectivamente son factibles, pero muy "por los
pelos". Por todo ello, la narración bien podría haberse situado
a mediados de los noventa, por ejemplo, y haber sido igual de
efectiva. Si estos detalles os suponen un problema, tenedlo en cuenta
a la hora de adentraros en el texto.
Afortunadamente, en mi caso esto no ha sido óbice para que "La huella del cazador" sea una novela
de entretenimiento y pasatiempo puro y duro satisfactoria y que se ve
aderezada por unas ilustraciones a final de cada capítulo que dan un
acompañamiento mas que correcto para el relato de terror gore que se
nos plantea. Si tengo oportunidad le daré una oportunidad a algunas
de las otras obras que Dissident Tales esta publicando dentro de esta
colección y que parecen asegurar el mismo nivel de diversión que la
que nos ocupa.
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